jueves, 24 de mayo de 2012

La naturaleza para nuestro Aikido

Mira profundamente en la naturaleza y entonces entenderás mejor todo.
Albert Einstein
La naturaleza sigue su marcha... y hasta lo que nos parece excepción
obedece a reglas

Johann Wolfgang von Goethe
Hay un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza
Jean-Jacques Rousseau Social
La naturaleza nos ha dado las semillas del conocimiento, no el conocimiento mismo.
Lucio Anneo Séneca

En verano suelo caminar por la playa y me gusta comparar el movimiento de las olas con los ukemis que hacemos durante la clase, tal vez pensando en el mar nos relajamos lo suficiente y mentalmente nos podemos transformar en las olas cuando caemos. Disfrutando del placer del agua, hay otro trabajo que podemos realizar, según el tamaño de la ola entrar debajo o saltar por encima, es una decisión instintiva y la forma como debemos actuar cuando nos enfrentamos al compañero en el dojo.
Cuando la marea está alta en algunas partes a veces no hay más remedio que caminar sobre  piedras, reflexionando, cuando entramos al dojo por primera vez somos como una roca que se acaba de romper de un risco y caido al mar. El mar la mueve una y otra vez durante años, choca con otras piedras, se roza con la arena, el agua, las rocas una y otra vez y se va puliendo, las puntas que tenía se van redondeando, esto requiere muchos, muchos años, igual que nosotros nos vamos puliendo con años y años de entrenamiento, movimiento, caidas y sudor hasta transformarnos en una de estas piedras redondeadas y lisas.
De niña buscando conchitas en la arena a veces encontraba alguna piedra que me parecia una piedra preciosa, mayormente verde botella, simplemente eran cristales redondeados por la erosión del mar, él les quitó las puntas para que no lastimen más a las personas que caminen descalzos en la arena. Tal vez el entrenamiento también pueda limar nuestras asperezas.
Di un paseo para encontrar una de esas piedras y tomar una foto para éste artículo, pero afortunadamente no encontré ninguna, creo que es una buena señal.
A la hora de la puesta del sol en la orilla del mar muchas veces he observado a los chorlitejos patinegros, unos pajaritos que estaban buscando su cena precisamente en la húmeda arena cada vez que el mar se alejaba, desde que la ola volvía rápidamente corrían hacia atrás para volver cuando el agua se retiraba. Cuando nos atacan lo importante es esquivar, dejar pasar, ir hacia un lado o hacía atrás para entrar en el momento que el golpe haya pasado. Lo que podemos aprender de los pajaritos es mantener la calma igual que ellos, tomar el golpe como una ola que pasa, que no nos distraiga, ni nos provoque, ni nos ponga nerviosos.
El pez globo se infla cuando advierte un peligro inminente, un detalle al que se refirió nuestro maestro en unas divertidas clase especiales de defensa personal. Cuando somos agredidos por medio de un abrazo por delante o por detrás, inmediatamente debemos inflarnos antes de que el abrazo de cierre y así salir haciendo por ejemplo un sankyo, o lo que nos salga en ese momento.
En invierno o primavera mis paseos me llevan desde casa hasta el faro de Maspalomas. Disfruto muchisimo observando los pequeños detalles que cambian día a día en mi camino, una flor que ayer era capullo y se acaba de abrir, una familia de patitos pequeños en el parque, un fruto que crece día a día. Al buscar información me encontré con el término: biomímesis, que significa observar la naturaleza y aprender de ella. 
La rama de un árbol se dobla por el peso de la nieve o por el viento, pero cuando la nieve se derrite o el viento deja de soplar vuelve a su sitio, podemos aprender a doblarnos ante las adversidades, dejarlas pasar o que se derritan para volver a erguirnos una vez hayan pasado. Como en el kokyunage cuando simplemente nos agachamos y el compañero cae por su propio impulso.
Algunos árboles como el nogal logran una distribución uniforme de tensiones en la superficie. Cuando hay sobrecargas locales, controlan una "última modificación" de crecimiento. Entonces crecen en las áreas vulnerables, se forman cordones, surcos o contrafuertes, que parecen espadas impulsadas desde el suelo.
Debemos intentar enraizarnos al suelo como los árboles, mantener el peso bajo y no dejar que nos desequilibren.
La mimosa púdica reacciona al tacto, sus hojas se contraen como si se cerraran para protegerse de las inclemencias del tiempo o los predadores, podemos aprender a no dejar ninguna abertura, cerrar nuestro espacio como esta interesante planta.
De los felinos podemos aprender la flexibilidad y de los animales en general hacer las técnicas solo con el cuerpo, un animal no piensa: actúa, cuando entrenamos no debemos pensar, debemos sentir y actuar. Un animal tampoco recuerda el pasado, ni teme al futuro, está en el presente, lo que sí le ayuda, es alguna experiencia anterior que puede guiar su cuerpo, actúa por instinto. Utilizar la mente, el pensamiento en el tatami nos ralentiza, mientras decidimos que hacer ya nos habrán controlado.
Incluso el más simple de los insectos, sin embargo, es capaz de grabar imágenes y sonidos al mismo tiempo para interpretarlos y decidir en una fracción de segundos la fuga o el acercamiento y si es necesario, a continuación, realizar las maniobras más complicadas.
Los perros pequeños normalmente son los que más ladran, utilizan su voz para defenderse, ya que su tamaño no impone, mientras que los perros grandes no tienen esa necesidad su sóla presencia impone respeto, podemos aprender de ambos, a veces un kiai, un grito inesperado distrae al atacante lo suficiente para conseguir una ventaja, sobre todo si no somos muy grandes.
También podemos aprender la respiración de los animales, aquellos que respiran más rápido y agitado como el perro viven menos años que los animales que respiran lento y pausado como la tortuga. Intentar hacer respiraciones profundas por ejemplo cuando meditamos imaginarnos que al inspirar el aire llega al estómago y luego soltar el aire muy lentamente, tratar de estirar el tiempo al doble de lo tardamos en coger aire.
La ociosidad es sólo un nombre basto para mi infinita capacidad de vivir en el presente, dice el escritor inglés Cyril Connolly y por lo tanto justifica la pereza.
Los perezosos son los descubridores de la lentitud. Fiel al lema: Quien primero se mueve, pierde. Así que vamos a esperar lo que sucede como los perezosos, mayormente todo habrá terminado antes de empezar.
Carina
La traducción al inglés en Aikido Academy USA
y al alemán en Wir trainieren Aikido

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